Todavía dura la resaca de los Goya. 24 horas después de la Gran Noche el tema de conversación predominante entre los mortales que no hemos pisado la alfombra roja son las películas que nos hemos perdido este año porque hemos optado por El lobo de Wall Street, Los juegos del hambre o El Hobbit. Es el momento en el que numerosos cines aprovecharán el tirón para reestrenar las películas nominadas y en el que nos planteamos si verdaderamente vale la pena invertir en ellas.
Comencemos con una de las decepciones
de la gala. La gran familia española sonaba como una de las favoritas al estar nominada a 11 estatuillas (la
película con más nominaciones), de las cuales se llevó finalmente dos: mejor actor
de reparto (Roberto Álamo) y mejor canción. ¿Qué tiene esta película que haya
llamado tanto la atención pero no haya conseguido más premios?
QUÉ CUENTA: la historia se desarrolla el día de la boda entre dos jóvenes enamorados desde pequeños. Las circunstancias del día elegido para casarse (la final del Mundial de fútbol en Sudáfrica) y los problemas internos de la peculiar familia de Efraín suman complicaciones que hacen que el día no salga en absoluto como estaba previsto.
La comedia, con tintes dramáticos,
llama la atención por sí sola al abarcar un hecho histórico de España tan
reciente y que tanta gente recuerda con emoción. Pero la película tiene otros
puntos valorables.
Expliquemos primero el principal
problema que presenta la película: su gran reparto. Los actores (algunos
conocidos y otros revelación) son tan buenos y naturales que llegan a estar
desaprovechados al ocupar un segundo plano. Echamos de menos un poquito de Quim
Gutiérrez – pese al hecho de que vaya cobrando protagonismo conforme avanza la
trama-, otro poquito de Verónica Echegui y un “muchito” de Raúl Arévalo. Eso
sí, destaca la actuación del televisivo Patrick Criado, el joven protagonista, eclipsado
en ocasiones por los divertidos momentos que ofrecen Alfredo Álamo y Antonio de
la Torre.
Si bien es cierto que algunas
tramas secundarias aburren más que otras, el director, Daniel Sánchez Arévalo sabe
emocionar al espectador con una historia que combina cine musical y fútbol a
partes iguales. Las lágrimas pueden no asomar hasta bien llegado el final, algo
que ni siquiera ocurría en Primos, la anterior obra del director. Si tuviésemos que escoger, nos quedamos con algunas escenas dignas de ver y que bien se hubieran merecido el Goya al mejor
montaje: la llegada de los invitados al altar, las explicaciones de los novios
en las reuniones familiares y cierto stopmotion veraniego acompañado por la
música de Josh Rosue, que tan bien conjunta con la calidez heredada de Primos.
El verdadero logro de la película es la capacidad que tiene de plasmar los vínculos familiares y los motivos por los que pueden romperse o, en su contra, fortalecerse. Daniel Sánchez Arévalo demuestra que sabe bien cómo entretener al espectador y, además, por muy dramático o romántico que pueda interpretarse, que salga del cine apreciando más a su propia familia.
Te gustará si...
- Te gustó Primos.
- Te agradan los finales inesperados.
- Desearías que tu boda fuese un musical.