Título dramático que nos daría más
pistas sobre su trama si confiásemos en su original, The age of Adaline (“La edad de Adaline”). Un par de guapos, Blake
Lively y Michiel Huisman, nos retratan esta historia de amor complicada por el
paso de los años.
QUÉ CUENTA: Adaline Bowman (Lively) tiene el poder de permanecer joven aunque el tiempo pase. Desde que sufriera un accidente, no ha envejecido ni una sola arruga durante ocho décadas, y eso conlleva una vida demasiado difícil para sí misma y para los que desean permanecer a su lado.
De comienzo a fin El secreto de Adaline se toma demasiado
en serio su ficción y trata de darle sentido a lo que el público sabe de sobra
que no lo tiene. Por eso existe el cine fantástico, y el cine como esencia.
Porque una historia no siempre tiene la necesidad de justificar sus razones
ilógicas. Sin embargo, la cinta de Lee Toland Krieger se esfuerza en confundir
al espectador con explicaciones de dudoso entendimiento queriendo salvar la
imposibilidad del relato.
Es como si se tratase de aclarar
las posibilidades de que El curioso caso
de Benjamin Button (2008) ocurra. Y hablo de la película de Fincher, basada
en la novela de Scott Fitzgerald, porque las bases de la historia son más que
semejantes: un personaje de crecimiento alterado cuyo paso por la vida plasma
también distintas fases de la historia americana. La única diferencia es que
Benjamin rejuvenecía al crecer, y Adaline directamente no envejece jamás. Y
esto, además de ser un problema para el personaje inmutable, lo es para quienes
se enamoran de ellos. Coincidir en el espacio con la persona a la que amas es
algo que, en las películas donde el tiempo es un personaje más, presenta la
crisis principal de la trama, pues también simboliza una descoordinación física
entre la pareja. Eso sí, si hay que sufrir por amor y tiempo, me quedo con Una cuestión de tiempo, de Richard
Curtis (2013).
Blake Lively se pasea por lo largo
del siglo XX con lo que parece ser un desfile de moda (esta chica es inmortal,
pero… ¿de dónde saca el dinero para comprarse todos esos modelitos?) y conoce a
Michiel Huisman, atractivo actor-modelo que ya enseñó cacha en Juego de tronos como Daario Naharis y
que repite “indumentaria” de forma gratuita en alguna escena de la película.
Sin embargo la actuación de ambos es aceptable, aunque el personaje de Adaline
resulte cargante. Me quedo con ganas de más Huisman, podría llegar lejos y no sólo
por su envidiado físico.
Queda declarada esta película como
ñoñería del verano, aunque la última hora sea salvada por un "entrado-en-años-joder-cómo-pasa-el-tiempo" Harrison
Ford que vuelca la trama hasta hacerla doblemente interesante (y aun así,
conseguir algún que otro bostezo del espectador). El final es estrepitosamente
predecible y deja mucho que desear a un público que busca más allá de la típica
historia de chica conoce a chico.
Te gustará si…
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Te emocionan las historias sencillas.
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Estás al día del Hollywood más reciente.
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Te gustan las paradojas que recaen en la parte más
sensible del alma.
Imágenes de The age of Adaline