Una vez más, en su intento de
reciclar los clásicos de animación en películas de carne y hueso (o más bien de
píxel y croma), Disney estrenó el pasado mes una nueva adaptación de la obra
salvaje de Rudyard Kipling, El libro de la selva, con los mismos
personajes y canciones que en su versión de 1964, pero con matices más oscuros.
QUÉ CUENTA: Mowgli es un niño humano criado por una manada de lobos en la selva. Todos los animales viven en armonía, pero el tigre Shere Khan se empeña en romper esta fraternidad para vengarse de la raza que destrozó su rostro con la llamada “flor roja”. Mowgli se verá obligado a abandonar a la única familia que ha conocido y emprender un viaje por la selva.
Es inevitable hacer una
comparación con respecto a la popular película de dibujos animados que ya forma
un himno colectivo con tema Busca lo más
vital. Y ante ello es innegable la fidelidad con la que la nueva película
ha adaptado el libro, o más bien su predecesora fílmica. Estos son los tres
rasgos más particulares de la película:
1. Mismos personajes y misma historia
Quien vaya pensando que se va a
encontrar con una historia diferente a la versión de dibujos animados se
equivoca, pues se trata de un remake en toda regla, casi más fiel a Disney que
a Kipling. No hace falta ser un gran seguidor de la historia – ¿eres más de El rey león? En definitiva, es casi la
misma historia – para saber cómo va a acabar el asunto: con un festín visual de
animales muy distintos celebrando la unión salvaje y ordenada entre ellos. Algo
que Disney ya reivindicaba con cierto paralelismo en Zootrópolis. Los momentos más dramáticos pasan de puntillas por la pantalla y el tono se contradice en sus intenciones: es demasiado oscuro para un niño pero demasiado infantil para un adulto.
Los efectos especiales son como Kaa, la serpiente hipnotizadora. De acuerdo, diremos que la
tecnología ha hecho de las suyas creando animales perfectos y verosímiles.
Pero… ¿qué hay del Rey Lou? ¿Eran necesarias semejantes dimensiones? Y lo que
es más importante, ¿por qué se ridiculiza un personaje que podría dar mucho más
juego?
La película es un espectáculo
visual que busca urgentemente la complacencia del espectador medio, cuyo máximo
interés reside en la capacidad de transformación de la historia animada al croma.
3. ¿Mismas canciones?
El libro de la selva no sería la
misma película sin sus canciones simbólicas. Disney es consciente y las añade
con calzador y desgana, a sabiendas de las críticas que recibirían de no
hacerlo. Pero como el resto de la película, la pereza se apodera de momentos
que podrían ser estelares y deja sus famosos himnos de la alegría en meros
silbidos sin coreografía.
La modernidad ha llegado a los
clásicos y así lo recalca la factoría del ratón con ésta película y las
venideras: Peter y el dragón (D.
Lowery, estreno el 19 de agosto de 2016), La
Bella y la Bestia (B. Condon, 2017)… Ante ello tan sólo cabe pedir originalidad
en los guiones y una máxima adaptación a los nuevos tiempos, evitando caer en
la repetición innecesaria.
Te gustará si…
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Valoras el trabajo de Neel Sethi, el joven
Mowgli que carga con todo el peso de la película.
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Te interesa un cuento sobre la destrucción
humana de la naturaleza como trasfondo.
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No te gustan los musicales.