Cheryl Strayed escribió sus
memorias tras recorrer el Sendero del Macizo del Pacífico, ruta que comienza en
el desierto de Mojave a la frontera con México y finaliza en Canadá. Ahora, el
director de Dallas Buyers Club (2013),
Jean-Marc Vallée, adapta libro y viaje haciendo vivir a la oscarizada Reese
Witherspoon unoa de los papeles más duros de su vida.
QUÉ CUENTA: Chery (Witherspoon) decide emprender un largo trayecto a pie cruzando el país con el fin de dejar su pasado atrás. Quiere cambiar, pero la soledad, las duras condiciones naturales y el cara a cara con la naturaleza más salvaje le hará recordar su vida en la civilización, llena de altibajos físicos y morales.
Quien ya haya visto Hacia rutas salvajes (S. Penn, 2007)
podría pensar que presenciamos la versión femenina de Alexander Supertramp en
Alaska, y así nos convence de ello Alma
salvaje hasta su mitad de metraje. Lo que diferencia a ambos casos reales
son los motivos de sus protagonistas por alcanzar un reto tan personal y
autoimpuesto, así como sus finales bien opuestos. Mientras que Emile Hirsch
buscaba una escapatoria al sistema capitalista y, prácticamente, universal, Witherspoon
busca algo más modesta, su perdón interior.
Alma salvaje no sólo es un viaje visual por la América más desértica. No
sólo son contrastes paisajísticos y un capítulo light y extralargo de El
último superviviente (2006-2011). También es un viaje a través de
canciones, libros y frases, a los recuerdos, pasiones y descenso a los
infiernos de una muchacha que ha crecido y ha dejado de confiar en el destino.
Quiere tomar las riendas de su vida y para ello utiliza un guion cargado de
simbología que podría considerarse exceso de espiritualismo y consejos que
apuntan a ser transcendentales. Pero como religión optada por la protagonista
(un mayor contacto con la
Tierra para recordarnos de dónde venimos y quiénes somos) lo
tomamos como válido. ¿Ya nos contaron eso en Hacia rutas salvajes? No importa, ya que, como he mencionado en
otras críticas, no siempre se trata del contenido, sino de la calidad
narrativa.
Vallée ofrece una historia que
funciona a galope con sus flashbacks mudos y conecta con el espectador que
alguna vez ha cavilado tanto en sus asuntos que ha perdido la noción del tiempo que lleva caminando. Usa referencias
que harán las delicias de los más “culturetas”, pero también experiencias con
las que identificarse cualquier inexperto en senderismo que haya decidido hacer
el Camino de Santiago. Witherspoon destaca por méritos propios (y nos hace
preguntarnos si no hizo el equipo de rodaje verdaderamente la ruta completa),
pero también lo hace Laura Dern en su versión más kitsch y sufrida. ¡Vivan las
madres! Ambas actrices transmiten sensaciones muy vívidas a lo largo de una
transición a la madurez, cada una a su edad y con diferentes estilos de vida. Reflejan
la crisis de identidad que atraviesan y van más allá: recalcan un discurso
feminista que, sin invadir toda la película, deja en evidencia alguna que otra
cuestión social.
A las dos horas de duración del
film le añadiría un final más clausurado o un clímax más entusiasta, pero si
algo me deja con ganas de más, lo tomo como positivo. Y es que, como la mente
de la protagonista, hay cosas que deben permanecer por siempre donde surgieron:
su medio natural.
Te gustará si…
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Te gustó Hacia
rutas salvajes.
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Los documentales te dejan con la sensación de que hay
todo un mundo ahí fuera.
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Tienes un concepto de Reese Witherspoon alejado de Una rubia muy legal (R. Luketic, 2001)