domingo, 15 de febrero de 2015

Five days to dance

¿Qué ocurriría si el próximo lunes un par de coreógrafos se presentasen en nuestros puestos de trabajo y nos dijesen que los próximos 5 días los pasaremos ensayando una coreografía para, finalmente, presentarla en público encima de un escenario? Este proyecto, con toques de reality show, se ha realizado realmente en numerosos centros educativos europeos y los directores valencianos Rafa Molés y Pepe Andreu se han encargado de mostrarlo en pantalla.



QUÉ CUENTA: Amaya Lubeigt y su marido Wilfred Van Poppel son dos coreógrafos que llegan al instituto Larramendi de San Sebastián con una propuesta a sus alumnos: abandonar sus estudios durante cinco días para dedicarse a la danza, con el fin de romper con la rutina y transmitir a los jóvenes el control sobre su cuerpo y sus vidas.

Como siempre opino, las historias de superación son las que mueven el cine en su generalidad. Toda historia en la que se nos ocurra pensar no es más que, en esencia, el viaje de un personaje hasta alcanzar un reto en concreto. Pero es en documentales como éste en el que verdaderamente se puede confirmar que la realidad supera la ficción con creces y el que levanta el ánima del espectador con la idea de que otro mundo (en este caso, otra educación) es posible. Por ello, la propuesta de ambos coreógrafos, ella vasca y él holandés, resulta de lo más interesante en su planteamiento inicial. No obstante, uno no ha de esperar un documental sobre danza. Su mensaje traspasa las apariencias para centrarse en lo que de verdad le interesa: la sociedad nos inmoviliza de un modo en el que el puro movimiento es signo de rebeldía. Compartir sentimientos, interpretar con el cuerpo y tratar de igual a igual a las personas son cosas que de por sí se dejan de lado en los libros de texto, pero la danza es capaz de recuperar.

Este documental es una reivindicación a la naturalidad: el regreso a nuestros orígenes, de los cuales, como afirma Lubeigt, nos hemos alejado tanto. Pero también pone de manifiesto una seria cuestión sobre la estructura de nuestro sistema educativo, así como la convivencia entre personas tan distintas y tan iguales. El baile es la excusa. Lo importante aquí es ver cómo los adolescentes olvidan sus diferencias en un contexto de trabajo en grupo del cual todos desconocemos si les será útil en un futuro, pero no hay duda de que lo ha sido durante cinco simples días.


Y viene aquí la nota disruptiva de mi fascinación sobre el tema propuesto. La calidad técnica y de montaje – la cual me hace recordar extrañamente al mejor Nolan- es estupenda pero la narración consta de un arranque tardío y el desarrollo carece de sorpresa. La espera del final es lo que mantiene al espectador en vilo y éste mismo resulta previsible aunque parcialmente sensible y alentador. Me quedo con escenas significativas como las reuniones simultáneas entre el consejo de profesores y el patio de recreo, así como los casos personales de los jóvenes, que hacen ver la cruda realidad de los conflictos de dichas tempranas edades.

Una vez terminado el film desearíamos que en nuestro instituto se hubiese hecho algo así. Quién sabe de qué forma la innovación en las aulas y la promoción de un contacto (incluso físico) más directo con los compañeros pueden cambiar la sociedad en la que vivimos. Desde el punto de vista psicológico y social, trabajar con niños es el mayor acierto de toda la iniciativa.

Te gustará si…

-          No esperas un documental sobre danza.
-          Crees que no todo en la vida es prepararse para sacar la mayor nota.
-          Piensas que otro sistema educativo es posible.

Imágenes de SuicaFilms