domingo, 7 de diciembre de 2014

Exodus: Dioses y reyes

Nueva adaptación de la historia bíblica de Moisés bajo la mirada de uno de los directores más influyentes de los últimos treinta años: Ridley Scott. La película dispone de sus mejores medios: grandes actores, grandes decorados y muchos efectos especiales. ¿Pero es esto suficiente para adaptar el mismo capítulo del Antiguo Testamento que pudimos ver en Los diez mandamientos (C. B. DeMille, 1956) o El príncipe de Egipto (S. Wells, S. Hickner, B. Chapman, 1998)?



QUÉ CUENTA: Moisés (Christian Bale) descubre su verdadero origen hebreo tras ser criado en la corte del faraón Seti de Egipto. Después de su destierro y de formalizar una familia humilde, Dios le encomienda que pida a su hermanastro Ramsés (Joel Edgerton), que permita ir a su pueblo esclavizado en búsqueda de la Tierra Prometida.

Seguramente Exodus: Dioses y reyes sea la película más desaprovechada en lo que va de año. Conociendo de sobra la trayectoria del director que nos hizo soñar con “ovejas eléctricas” (Blade Runner, 1982) o luchar a muerte en Gladiator (2000), es imposible dejar de preguntarse por qué una película que lo tiene todo para ganar fieles, deja una sensación tan atea al espectador.

Todo puede deberse a un fallo de la fórmula. Si la analizamos paso a paso comprobamos que la cinta contiene un reparto de lujo que pocos directores pueden presumir: Chistian Bale, Aaron Paul (de la serie de televisión Breaking Bad, V. Gilligan, 2008), Ben Kingsley, John Turturro, Sigourney Weaver, Joel Edgerton… y la española María Valverde. Primer tropiezo en una cinta de apariencia hollywoodiense aunque con mucha influencia española (el compositor de la banda sonora, el vestuario y algunas localizaciones son enteramente nacionales). Penélope Cruz aconsejó al director que debía escoger a Valverde para el papel de Séfora, mujer de Moisés, papel para el que no termina de convencer, lo que comienza a ser costumbre en ella. Tampoco es muy acertado el Ramsés interpretado por Joel Edgerton, apaciguado y de poco tesón: desde el comienzo deja de imponer autoridad.

Siguiente paso, y no menospreciable, es que esta historia tiene su handicap. Todos la conocemos. Es difícil no haber visto antes cualquiera de sus adaptaciones. Scott sólo puede, en este asunto, garantizar el espectáculo. Y lo hace. Mediante decorados imperiales, cientos de extras y efectos especiales. Pero le queda una historia hueca, desprovista de sentimiento (ojo, en singular) y con poco que ofrecer. Un regalo muy bien envuelto para estas Navidades pero que no contiene más que palomitas.


Tercer y último paso, todo lo demás. Desde un guión mejorable hasta una banda sonora que tenía la oportunidad de ser épica y ha resultado ser casi imperceptible. Eso sí, inmersos en la ficción bíblica, es valorable que los desastres y milagros de un Dios enfurecido dejen cierto margen a la explicación natural, pese a que prive al espectador de la ansiada escena de la separación de las aguas del Mar Rojo.

Scott, esperamos que la próxima película la trates con más amor. Mientras tanto, nos quedamos con la versión de Moisés de Charlton Heston y canturreando, una vez más, el When you believe de Whitney Houston y Mariah Carey. El príncipe de Egipto, sin ir más lejos, es una película de animación que, sin tener todos los ingredientes de un Cecil B. DeMille o un Scott, tiene más profundidad y personalidad que Christian Bale guiando a su pueblo.

Te gustará si…

-          Sólo piensas en pasar el rato.
-          Te gusta jugar a reconocer actores famosos ejerciendo de secundarios (véase 12 años de esclavitud, S. McQueen, 2013).