El debut de Theodore Melfi con
esta comedia dramática podría pasar desapercibida en cartelera, pero significar
el comienzo de un director dispuesto a emocionar. Eso sí, sin saltarse los
convencionalismos. Protagoniza un Bill Murray con un papel que parece haber
esperado toda su vida, o que se ha escrito pensando en él. Todavía no lo
tenemos claro.
QUÉ CUENTA: Maggie (Melissa McCarthy) y su hijo (Jaeden Lieberher) buscan una nueva vida mudándose de casa. Su vecino, Vincent (Bill Murray), es la definición perfecta de una mala influencia: malhumorado, alcohólico y con problemas de dinero. Pero para Maggie es la solución rápida para que alguien se encargue de cuidar a su hijo cuando sale del colegio.
Bill Murray sobresale con su actuación,
aunque nos da en la nariz que no debió costarle mucho meterse en el papel de
Vincent. El actor siempre ha dado la sensación de ser un individuo de pocos
amigos, aunque con un selecto sentido del humor. Vincent es el vecino
cascarrabias que todo el mundo odia pero del que nadie podría desprenderse. Es,
al fin de cuentas, necesario en la comunidad. Aunque solo sea para aportar su
ironía maliciosa. Es como el Sr. Wilson de Daniel
el travieso (N. Castle, 1993), pero atrapado en los vicios adultos: tabaco,
alcohol, antipatía y cierta fijación por una “señora de la noche”, rusa y
embarazada, interpretada por una infalible Naomi Watts. Su cómica actuación le
ha valido la nominación como mejor actriz de reparto en los Premios del
Sindicato de Actores de 2015.
El niño Jaeden Lieberher, mayor
protagonista de la película, debuta, destaca y promete, y te hace preguntarte
por qué no consta en el póster promocional del filme junto con los demás
actores. Con el cómico Chris O´Dowd, visto en series como Los informáticos (G. Lineham, 2006) o Girls (L. Dunham, 2012), la película alcanza la brillantez actoral
pero se queda a las puertas de convertirse en proeza.
La previsibilidad, su tardío
despegue cómico y algunos elementos temáticos sobreexplotados por Hollywood lastiman
la historia hasta el punto de ser conscientes mientras transcurre el visionado
de que es un buen argumento pero no una buena argumentación. En ocasiones se
viste de cierta pedantería americana y, sin embargo, en otros momentos consigue
tejer la sensibilidad del espectador, bien sea mediante golpes de humor o
lágrimas a medio salir.
Algunas de sus escenas quedan para
la memoria cinéfila. La banda sonora, a cargo del compositor Theodore Shapiro,
quien también se encargó de la notable La
vida secreta de Walter Mitty (B. Stiller, 2013), consigue transmitir lo que
la historia propone, y alentar al espectador con clásicos tarareados por Murray
en uno de los mejores papeles de su soberbia carrera.
Te gustará si…
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Amas a Bill Murray por encima de todas las cosas.
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Naomi Watts no termina de sorprenderte.
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No sólo juzgas las películas por su historia, sino
también por el trabajo de sus actores.
Imágenes de St. Vincent