Terry Gilliam, el que fuese uno de los
componentes de Monty Python, vuelve a estrenar bizarrada con Christoph Waltz
como cabeza visible (nunca mejor dicho) y alguna que otra breve aparición de
Matt Damon. Desde 2009, estreno de El
imaginario del Doctor Parnassus, el director no volvía a dirigir un
largometraje. Ahora nos presenta una obra de ciencia ficción ambientada en el
futuro más barroco de la tecnología.
QUÉ CUENTA: Qohen Leth trabaja para la “Dirección”, un alto cargo que controla todos y cada uno de los elementos de la ciudad, incluidos los ciudadanos. Todos los días Qohen ha de asistir a su puesto de trabajo, pero ello le impide estar en casa para cuando reciba la llamada que le indique el verdadero sentido de su vida.
¿Alguna vez habéis visto un programa de
televisión japonesa? ¿O la parodia que de ellos aparece en Lost in translation (S. Coppola, 2003)? Cuando ves The Zero Theorem acabas con una
sensación similar. Todo es ilógico dentro de la lógica de Gilliam. Aunque
podamos identificar varios elementos con nuestro mundo real, todo en el mundo
creado está llevado al paroxismo tecnológico. Asoma en ella los reflejos de un
lejano Brazil (1985), pero pierde fuelle conforme avanza la narración. El
trabajo que Qohen ha de formalizar llega a resultar estridente y estresante,
tanto para el que lo sufre como para el que lo observa, y así acaba
convirtiéndose la película en su totalidad.
Las intervenciones – incluso podríamos
denominar cameos - de actores más famosos, como Matt Damon, Tilda Swinton o Ben
Wishaw son bienintencionados, pero como todo intento de gag cómico, quedan casi
sepultados en el olvido. Christoph Waltz, en cambio, defiende un papel que, si
bien no es el mejor de su carrera - el de Hans Landa de Malditos Bastardos (Q. Tarantino, 2010) es prácticamente
insuperable - demuestra que puede
trabajar de forma tan efectiva y pasárselo bien en superproducciones como en películas más
alternativas.
Con todo, The
Zero Theorem trata de plasmar un mensaje de sobra conocido: el del control
de los poderosos, la masificación de la tecnología y la pérdida de la
distinción entre individuos. Somos una herramienta en manos de la
globalización. Un 1984 gilliamesco.
Pero el director deja de aportar nuevas pinceladas para centrarse en su propia mentalidad surrealista sin salirse del lienzo.
Te gustará si...
- Eres fan incondicional de Terry Gilliam.
- Te gustan las películas fantásticas de intencionada precariedad.
Imágenes de The Zero Theorem