miércoles, 28 de enero de 2015

Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)

  El mexicano Alejandro González-Iñárritu, quien nos tiene acostumbrados a dramas como 21 gramos (2003), Babel (2006) o Biutiful (2010), llega en temporada de Oscars con una comedia negra llena de interpretaciones vibrantes y una arriesgada puesta en escena.



  QUÉ CUENTA: Riggan (Michael Keaton) prepara su primera obra de Broadway, dirigida y protagonizada por él. Con ella intenta olvidar su pasado como protagonista de la saga Birdman, pero los problemas de la obra le hacen replantearse su verdadera identidad.
 
  El cine dentro del cine ha servido de tema principal a muchas producciones: La invención de Hugo (M. Scorsese, 2011), Adaptation (S. Jonze, 2002) o Un final made in Hollywood (W. Allen, 2002) son algunos de los muchos ejemplos que podemos recordar. Birdman se asemeja a todas ellas, pero lo hace metiéndose de lleno en el asfixiante mundo del teatro de primera línea y al servicio de la crítica de las excentricidades de su flora y fauna, es decir, de sus directores, actores y auxiliares. Ficción y realidad se entremezclan poniendo de manifiesto los riesgos que una personalidad corre al cruzar los límites del escenario con facilidad.

  Pero si hablamos de riesgos, debemos mencionar el particular montaje de la película, creado mediante un falso plano secuencia, hábil en su cometido y disimulando muy bien sus cortes entre escenas. Otorga a la película, junto a su acompañamiento rítmico a base de jazz (Whiplash, tiembla), una ligereza especial que, en muchos de sus vaivenes por bambalinas, encuentra al espectador pidiéndole más y más. Más actores escondidos en los pasillos, más diálogos ensayados (tanto fuera como dentro de la ficción), más interrogantes de la personalidad de Keaton y más preestrenos fallidos. La imperfección dentro de la perfección técnica de la película es lo que anima al espectador a seguir mirando, con miedo de pestañear y perderse algo. Iñárritu, al final, no hace otra cosa más que jugar con la mostración: lo que se esconde detrás, lo nunca visto por el espectador de teatro, lo prohibido.

  Ya se anuncia por todos los medios el “renacimiento” de Keaton, y no es para menos. Como si de su propia biografía se tratase (recordemos que el actor hizo de Batman en dos ocasiones), vuelve a estar de actualidad plasmando correctamente la psicología de un actor frustrado por el reconocimiento perpetuo de su alter ego. Y no contento con ello, Iñárritu crea un paralelismo con la obra ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? (1981), de Raymond Carver, para hacer evidente su intención de fusionar amor y admiración. Genialidades del meta-cine.


  Zach Galifianakis parece haber estado esperando este papel toda su vida. Un papel cómico en el que por fin se le toma en serio y deja de ser el perdedor “resacoso” para convertirse en la figura calculadora que hay en cada lugar donde se hace arte. Andrea Riseborough, Naomi Watts y Emma Stone (de la cual no puedes dejar de preguntarte porqué tiene los ojos tan grandes) completan el soberbio reparto, al que pone la guinda un Edward Norton pasado de ego y rayos UVA, quien deja alguna que otra imagen para la posterioridad.

  Junto con Boyhood (R. Linklater, 2014), se puede considerar Birdman uno de los mayores experimentos del año, y por ello debe recibir muchos premios. Porque quien arriesga gana, y quien no lo hace, se queda interpretando de por vida al hombre pájaro. 

  Te gustará si...

- Tienes ganas de ver algo diferente.
- Te gustan las películas sencillas pero provocadoras.
- No esperas reírte durante toda la película.

Imágenes de Birdman