No es la primera vez que la
sobrina de Mario Vargas Llosa, Claudia Llosa, escribe y dirige dramas centrados
en la figura femenina. Pero sí es la primera vez que cuenta con actores de la
talla de Jennifer Connelly, Cillian Murphy o Mélanie Laurent en una coproducción
española, canadiense y francesa.
QUÉ CUENTA: Nana (Jennifer Connelly) es madre de dos hijos. Uno de ellos está enfermo, y en un intento desesperado, acude a una sesión de de curación espiritual. Muchos años después, Ivan (Cillian Murphy) conoce a Jannia (Mélanie Laurent), una periodista que le convence de volver a reunirse con su madre.
Tan solo el pasado puede
comprender los hechos del presente. Llosa redime aquí un drama familiar ubicado
en un lugar tan inhóspito como la gélida Canadá para poner de manifiesto las
decisiones de una madre que lucha por la supervivencia de los suyos. Cuando el
nido se quiebra y todo está en su contra, el rescate espiritual parece indicar
que hay otros caminos.
Historia aceptable sobre la
separación familiar, las causas y consecuencias que llevan a tomar una decisión
por parte de la progenitora. Contada en alternancia de pasado y presente
(flashbacks y flashforwards) y con un ambiente extrañamente marcado por el
paisaje, tan frío como sus personajes, al espectador le cuesta un poco
sumergirse en la trama, aunque cuando lo hace disfruta de lleno con las
actuaciones del trío protagonista. Sin lugar a dudas se trata de una película
que deja en la memoria del público un cúmulo de sensaciones, más allá de un
mensaje de perdón y segundas oportunidades.
Oona Chaplin brilla por su ausencia. Su colaboración en la cinta podría denominarse "cameo". Connelly y Murphy actúan con
elegancia interpretativa pero son víctimas de personalidades (y en definitiva,
un guión) que pecan de melodramáticos y que desestabilizan la empatía del
espectador. El desarrollo queda algo forzado y el final, paradójicamente y al
contrario que lo que se puede afirmar de muchas producciones cinematográficas
actuales, podría cerrarse con más metraje y mayores emociones. El punto de
clímax es sofocado por un guión que prefiere quedarse en la superficie antes
que ahondar en los sentimientos de los personajes, que tanto tiempo han estado
guardados bajo llave.
No llores, vuela, que por cierto, es una extraña traducción de su
título original Aloft (“Arriba” o “En
el aire”), es en definitiva una propuesta interesante pero aún por pulir. El
símil de las aves rapaces podría ser sustituido por otro cualquiera (¿ratones?
¿colibríes?) y nada hubiera sido alterado. No obstante, el conjunto de
elementos crea una atmósfera idónea para elevar el alma antes de que se
desinfle con los créditos finales y creer, aunque sea por un breve espacio de
tiempo, que los milagros existen.
Te gustará si…
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Crees en las propiedades naturales.
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Disfrutas con una buena fotografía.
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Te apetece ver una historia breve, directa al grano.
Imágenes de Filmaffinity y Cinedor