Entre todas las nominadas al Oscar
a Mejor Película, Whiplash – junto
con Selma (A. DuVernay, 2014) – es
con toda la seguridad la menos mediática. ¿Dará el campanazo este drama melódico
de Damién Chazelle el próximo 22 de febrero?
QUÉ CUENTA: Andrew (Miles Teller) es un joven que aspira a convertirse en un virtuoso de la batería. Su nuevo instructor del Conservatorio, Terence Fletcher, le da una oportunidad incluyéndolo en su orquesta de jazz, formada por alumnos. Pero los violentos métodos pedagógicos de Fletcher distan mucho de poder ayudar a Andrew.
A golpe de platillo, la narración
del filme se presenta de forma rítmica y en muy escasos momentos repetitiva. Se
trata de una historia sencilla, sin más complicaciones que las que el propio
protagonista se busca al perseguir su sueño con toda convicción. Pero si algo
convence de verdad en Whiplash son las interpretaciones de su pareja
protagonista. El joven Miles Teller, acompañante perenne de Shailene Woodley en
la saga Divergente (N. Burger, 2014)
o en la comedia dramática The spectacular
now (J. Ponsoldt, 2013), demuestra soberanamente toda la preparación por la
que ha debido pasar para otorgar de agilidad a un baterista de primera. Pero
además asombra ver cómo su rostro es el fiel reflejo de sus pensamientos. La
atracción, la furia y la rendición pueden leerse en sus gestos como quien
asimila una partitura y la convierte en sonido con movimientos de su cuerpo.
El furioso (y permítanme la
expresión, cabronazo) Terence Fletcher, interpretado por J. K. Simmons,
secundario en multitud de dramas y comedias norteamericanas, es el azúcar del
pastel. El juego que confunde al espectador, y a la vez, la clave de un guión
bien trabajado. La obra recibe la mención honorífica gracias a su
interpretación, la cual podría haber caído en cualquier actor famoso por sus
“malas pulgas”, pero que termina acertando en Simmons y suponiendo una merecida
reivindicación de éste como actor principal.
Al ver que Whiplash sigue una estructura clásica e incluso predecible, se
agradece el ritmo rápido, la omisión de escenas innecesarias y la banda sonora
predominada naturalmente por el jazz. El final, cañero a más no poder, confirma
su propia existencia. El todo por el arte. La película no critica únicamente el
esfuerzo sobrehumano alcanzado en el ámbito musical profesional, sino que
define el virtuosismo como el clímax al que llega toda una vida de ensayo.
En definitiva, Whiplash es una oda al error. Su
moraleja nos enseña a luchar aunque sea caro el precio a pagar, pues ese minuto
de gloria habrá merecido la pena. Pero pese a sus buenas intenciones, la
película tiene una dura competencia en la carrera hacia los Oscar.
Te gustará si…
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Te gustaron otras historias de superación personal y
profesional, como El discurso del rey
(T. Hooper, 2010) o Cisne negro (D.
Aronofsky, 2010). Ambas igual de predecibles que Whiplash.
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Eres fan de las películas melómanas (no son musicales,
pero la música juega un papel clave). Te gusta la música, y en concreto, el jazz.
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Aprecias las buenas interpretaciones.
Imágenes de Whiplash