jueves, 8 de enero de 2015

El Hobbit: la Batalla de los Cinco Ejércitos

Es el punto y final a una trilogía que comenzó dos años atrás con El Hobbit: Un viaje inesperado (2012). Pero también es la despedida definitiva a algo mucho más grande. Quizás la mayor experiencia visual, y la más aproximada, a la Tierra Media de J. R. R. Tolkien que exista jamás. Algo que comenzó en 2001 con El señor de los anillos, la comunidad del anillo y que ha marcado toda una etapa de la historia del cine durante casi 15 años. ¿Es ésta su mejor despedida?



QUÉ CUENTA: Una vez conquistada la montaña del Dragón Smaug (Benedict Cumberbatch), la codicia de Thorin (Richard Armitage), el rey de los enanos, se potencia más y más. Mientras tanto, Sauron, quien comienza a emerger de las sombras, envía un ejército de orcos a combatir contra el resto de legiones de la Tierra Media. Y Bilbo (Martin Freeman), por su parte, sigue usando el poder del anillo para calmar a Thorin y evitar una guerra contra los elfos. 
Lo de Peter Jackson ya es de traca. No muestra pudor alguno en admitir que ha estado masticando el chicle durante los últimos tres años y ahora nos ofrece su último cachito, salivado y correoso. El problema es que lo hace de manera atractiva, bien envuelto en fantásticos efectos especiales de croma verde y calidad infinita. Hasta podemos contarle los poros de la nariz a Martin Freeman. No obstante, la sucesión de planos panorámicos desde el mismo comienzo puede llegar incluso a marear al espectador, al cual le espera dos horas y pico de batalla multiracial.

El prólogo de la película ya dice mucho de sí. Toda la temática del capítulo anterior, La desolación de Smaug (2013) se resuelve aquí en cinco minutos, antes del título de la película. Una forma de decirnos “¿Recordáis todo lo que os contamos las tres horas anteriores? Olvidadlo. Ya está resuelto. Ahora vamos a contaros otra historia”. Es el problema de la partición en tres extensas películas. Los comienzos son abruptos y los finales desaboridos. Aunque esta vez la vuelta a la Comarca de Bilbo añade a la película los pocos toques de ternura a los que podía optar la película.


Como si de un videojuego moderno se tratase, el guión es sustituido por una batalla campal entre los seres mitológicos de Tolkien para recuperar su posición en la Tierra Media, en la que reina el artificio, la plenitud desmesurada de los personajes en comparación a la saga de El señor de los anillos y los diálogos y gags infantiles que ello conlleva. Martin Freeman es un buen Bilbo e Ian McKellen será por siempre Gandalf, aunque en realidad en esta última parte no se puede ser muy consciente de sus presencias, pues Luke Evans y Richard Armitage les roban todo el protagonismo. Sí se puede afirmar que Evans, a quien se le augura una buena carrera, convence cada vez más al público en su papel del valiente Bardo el Arquero.

Jackson ha sido el mejor de los recreadores del universo Tolkien pero debió quedarse con el éxito cosechado por El señor de los anillos. El Hobbit, pese a su grandilocuencia técnica, respira pequeñismo por los cuatro costados. Quizás tengan que pasar unas cuantas décadas hasta que alguien se decante por hacer un remake de esta obra literaria y por fin pueda devolverle la cordura que el codicioso Jackson, cual Dragón Smaug, le ha quitado.

Te gustará si…

-         Te enamora el característico paisajismo neozelandés de Jackson.
-         No esperas la madurez alcanzada con El retorno del rey (2003).
-         Disfrutas con el incesante bombardeo de efectos especiales.